lunes, 17 de noviembre de 2014

VIENES DEL SUR, MADRE…





           Qué mejor forma de despedir noviembre que recibiéndote, Señora.

Vienes del sur, de una tierra que respira pasión y arte por todos los poros de su piel. Traes luz en tu mirada del color del mar y ceñido al talle, serpentea el fuerte y cálido levante. Hueles a azahar y brisa mansa. Suenas al golpe de la gubia y al bramido de las olas cuando rompen contra el  espigón. Sabes a sal y a dulce de yema. Eres, sin lugar a dudas, fruto del amor, en el más amplio sentido de la palabra… el amor de aquéllos que te hicieron surgir de un bloque de madera sin más herramientas que sus manos y su sensibilidad, el amor de una cofradía humilde que te imaginó desde sus inicios y el amor de los que te hemos soñado en la distancia durante tanto tiempo.

Vienes para quedarte, para asentar Tus pies en esta tierra que te acoge como a una madre, con su abrazo frío y su caricia tibia. Quizás extrañes al principio, pero no temas, pues te cobijarán entre sus muros las Hermanas Concepcionistas y te arroparán con sus cálidos mantos de devoción y fe, pues aquí las noches son largas y frías, la brisa tosca y la nieve copiosa, incluso en primavera. Verás como, con el tiempo, acabarás acomodando tu cabeza en el regazo de esta ciudad que te lleva esperando mucho tiempo y, casi sin darte cuenta, te quedarás dormida en el arrullo de una saeta en la calle Teatro, Madre. Escucharás, como en un sueño, el raseo de tus braceros y te acunará la cadencia de una puja sutil y dulce, que es como los leoneses pujan a la Reina de los Cielos. Te embriagará el aroma de las flores que rozarán tus pies como el suspiro de un niño y acariciará tu hermoso rostro un haz de luna osado y galante, como un querubín del cielo. Y empezarás a saber a romero y torrijas. Y seguirás siendo fruto del amor de Ana y Ángel, pero brotarás como una flor de primavera en el corazón de este pueblo, que te esperó con la impaciencia de un enamorado y te abrirá sus brazos como las ramas de un árbol frondoso.

Vienes para iluminar con la Luz de tu advocación las tinieblas que tantas veces no nos dejan ver el camino que ha de llevarnos hasta Tu Hijo. Caminarás despacio y te seguiremos con luces de velas y brisas de incienso. Y cuando te sientas desfallecer por el dolor, te ofreceremos nuestro amor para que arranques la angustia de tu pecho y la esperanza brote en tu corazón como una rosa fresca, Madre. Y cuando el relente de la primavera leonesa cubra tu hermoso rostro como un velo helado, calentaremos nuestras manos en el fuego de la Vigilia Pascual para acariciar después tus mejillas sonrojadas. Serás, Señora, la esperanza de los que han perdido la fe, la fe para aquéllos que han perdido la esperanza…

Vienes para quedarte y yo, que te he esperado tanto tiempo, arrojo mis palabras como un guante de duelo a todos los leoneses y todos los cofrades para que acudan a recibirte. Por que sé que, cuando te vean, estas palabras se diluirán en el húmedo riachuelo de la emoción de contemplarte y entonces, entenderán que no hace falta decir más… 


domingo, 2 de noviembre de 2014

SONETO DE LUTO Y DUELO





Hoy, a las puertas del cielo,
Querubines respingones
Van recitando oraciones
Y nanas de luto y duelo.


Hoy la Virgen luce un velo
De rosas y bendiciones
Que le ciñen los papones
Cual diademas en Su pelo.


Cadenetas de luceros,
Procesiones de difuntos
De cofrades y braceros.


Y aquí, en la tierra, ofreceros,
Responsos que gritan juntos:
¡Cuánto te añoro y te quiero…!



lunes, 27 de octubre de 2014

Tuvo que ser octubre.





Tuvo que ser de nuevo octubre. Tuvo que ser de nuevo un hachazo inmisericorde y seco el que, ésta vez, derribase en un segundo el árbol de tu vida, que aún esperaba compartir con nosotros muchos otoños sepias. Tuvo que ser de nuevo el silencio ése prólogo triste de la despedida, que aún hoy rezuma lágrimas por las paredes del alma de los que te conocimos. Tuvo que ser y tuviste que ser tú…¡maldita muerte!

Tuvo que ser y fue una tarde de octubre cuando la Señora del barrio del Ejido cesó su peregrinar en soledad tras los pasos de Su Hijo y se sentó para acogerte a ti en Su  cálido regazo. A ti, que tantas veces la llevaste sobre tus hombros y has dejado huérfana de amor una almohadilla morada. A ti, que tantas veces la rezaste mientras el raseo de tus pasos y el crujir del trono silenciaban el bisbiseo de esa oración sentida. A ti, que alzabas la mirada buscando la Suya, encontrando en el brillo de Sus ojos la ternura necesaria para perfumar con ella tus abrazos. A ti, que tantas veces nos arropaste con tu alegría y ahora es Ella la que te arropa con Su manto para protegerte del frío de una noche eterna, que se cierne sobre los corazones de los que te añoramos como una negra sombra, que sueña con la cenicienta claridad de una luna nueva. A ti, que supiste ser padre, hermano y amigo, hijo y esposo, con la humildad de esa vela que, pudiendo acariciar los pies cansados de la Reina de los Cielos, se resigna, con una emoción que se derrama como cera tibia, a ser luz para la tiniebla y calor para el rocío.
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No es injusta la vida, no,  pues ésta nos dio la oportunidad de conocerte y de compartirte, Juan Carlos. Es cruel la muerte, que acudió a su cita ineludible con una premura insultante, sin avisar a nadie de su llegada, sin darle tregua a tu hijo, que ya no volverá a sentir el suave roce de tus besos en sus mejillas. Cruel y terca, obstinada en negarle a tu mujer el placer de volver a amanecer contigo cada nuevo día. Cruel e impasible ante el desgarrador dolor de tus padres, que han tenido que decirle tan pronto adiós a un hijo y ante el llanto inconsolable de tus hermanos, que se niegan a aceptar, como todos, que nunca más volveremos a disfrutar de tu sonrisa, Juan Carlos.

Que la Virgen de la Soledad,  que sabe lo que es el dolor por la pérdida de un hijo, que ha sentido el lacerante calor de las lágrimas resbalando por sus dulces mejillas y sabe que el camino tiene un final de esperanza, ayude a tus seres más queridos a soportar el doloroso clamor de tu ausencia y que tu hijo encuentre en tu recuerdo, un motivo para ocupar algún día esa almohadilla morada que esta próxima Semana Santa echará de menos el calor de tu hombro, hermano…Pero no tengas ninguna duda de que algún día volveremos a encontrarnos para ser braceros eternos y ese día, volveremos a sentir juntos el olor del incienso y el crujir del trono. Hasta entonces, te enviaremos en el aleteo de las palomas que anuncia un Domingo de Gloria todo nuestro cariño hasta ese cielo que tardará en recuperar el color azul de un día alegre.


Descansa en paz, Juan Carlos Llorente Pellitero.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Carta abierta a un papón...





           No te conozco. No he cruzado contigo ni una sola palabra pero a pesar de ello, te siento como un hermano más. Sé que tu nombre es Miguel y tu apellido es el de una saga de papones que han hecho de su pasión, música, como tú. Sé, porque tus tíos Carlos, Javier y Ana se han encargado de ello, que alrededor de tu causa se ha tejido una hermosa bufanda de solidaridad y fe que se ha ido enredando a tu cuello como un abrazo fraternal, como una vaharada de esperanza que se eleva al cielo como incienso cofrade. Sé que Dios siempre ha estado a tu lado, a la cabecera de tu cama, y su Santísima Madre ha arropado tus silencios con una delicada manta de cariño. Sé que con el paso del tiempo irás adquiriendo conciencia de cómo has sido capaz de aunar conciencias y sentimientos en torno a ti, pero eso, querido hermano, no sólo te hace grande a ti, sino a todos aquéllos de una u otra forma siguen pensando que la Semana Santa es muchísimo mejor de lo que creemos o de lo que nos hacen creer.


            No te conozco, pero te puedo intuir en cada gesto de amor de Carlos y Ana, en cada derroche de dulzura de Javier con su pequeña princesa de ojos festivos. Te puedo ver en la fe de una familia que se derrite como un cirio cuando eleva su oración a un Cristo Cautivo y a su  bendita Madre de la Divina Gracia.  No te conozco y es como si te conociese, cuando veo tu perfil en una fotografía, recortándose junto a ese Cristo moreno que siempre me envuelve de añoranza, cuando bajo la mirada al contemplar su dolor reflejado en el tibio amanecer de un Jueves Santo. No te conozco, Miguel, pero me siento inmensamente feliz porque has vencido y porque tu lucha ha sido un poco la de todos los que, conociéndote o sin conocerte, hemos rezado y hemos creído, como tú.

            Ahora disfruta de nuevo de cada momento, de cada palabra, de cada gesto y de cada golpe de baqueta. Siente con renovada ilusión la brisa de la primavera, ésa que hace tañer las campanas de la Iglesia del Mercado, que juega como un querubín risueño con los bordados de la túnica del Señor de León y peina con sus hebras de luna nueva el cabello de Virgen del Desconsuelo. Y sobre todo, aférrate a ese ejemplo de amor que tus tíos nos han regalado, haciendo que una vez más nos sintamos orgullosos de ser cofrades y hermanos…

            Que sea enhorabuena, Miguel.

miércoles, 30 de abril de 2014

Se acabó esa semana de diez días





          
          
          

              Se acabó. La semana de diez días más esperada ha cerrado sus puertas y habremos de esperar casi un año para que vuelva a abrirlas de nuevo y poder cobijarnos de la fría lluvia de la melancolía. Comienzan a tañer las campanas de la añoranza, a arreciar un viento que ya no huele a incienso y que  se desliza como un lagrimón de cera por las estrechas callejuelas del alma, alborotando las delicadas bambalinas del palio de los recuerdos…

            Recuerdos. Muchos y hermosos son los que me ha dejado esta Semana Santa, que empecé subido en un atril y terminé, como terminan todas, exhalando un suspiro de tristeza, cuando la Virgen de la Soledad regresa a su barrio obrero, revestida del blanco inmaculado de la Pascua.

            Emotivo e inolvidable ha sido ese Pregón que la Cofradía del Cristo del Gran Poder me invitó a declamar el último domingo de marzo, creando un ambiente que invitaba a hacer lo que había que hacer, pregonar los sentimientos de un papón y que la emoción hiciese el resto. Como dije en su momento, puede que haya otros, ojalá, pero nunca olvidaré la oportunidad y el cariño que esta Cofradía me regaló, envuelto en gratitud y sencillez.  

Foto: Ferchy
            Y quiso Dios que ese Miércoles Santo que atardeció con el cielo ennegrecido y tormentoso, cesara su llanto minutos antes de que la Ronda Lírico Pasional alumbrase con las antorchas del Santo Cristo del Desenclavo, los recoletos rincones del barrio de Santa Marina. Y allí estaba yo, emocionado y nervioso, con una carpeta entre las manos repleta de recuerdos, que fui esparciendo por las calles, como granos de trigo. Caminar por el barrio de mi infancia de la mano de mi hija ha sido y será una de las experiencias más hermosa de mi vida. Desnudar mi alma en el Corral de San Alvito, luchando contra esa emoción que se agarra a la garganta y sentir la presencia de mi abuelo entre el silencio de los que me acompañaban, como muestra de respeto, será también otra de las estampas que llevaré en la cartera de mi corazón el resto de mi vida. Ya he sido Mantenedor de la Ronda Lírico Pasional de mi cofradía del alma…Gracias, Señor, por tanto honor y por tenerlo a bien.

            Ahora sólo queda esperar…pero será distinto a otras veces. Ha llegado el momento, o así lo creo, de intentar hacer realidad algunos sueños que llevaban tiempo temiendo convertirse en pesadilla. Un libro de relatos sobre la Semana Santa y una vieja ilusión de dedicarme al diseño cofrade van tomando forma, esta vez parece que definitivamente, gracias sin duda al empeño y al cariño de la que comparte mis vigilias y mis temores. Es su amor, su apoyo y su constancia, el timón de ese barco al que voy a subirme y con el que espero poder navegar junto a ella sin grandes sobresaltos…gracias, Mon.
           
Os iré informando de la travesía, como en un libro de bitácora y espero y deseo que me ayudéis en esta aventura, como lo habéis hecho siempre…

            ¡Feliz Pascua!