Cuando el joven escultor leonés
afincado en Sevilla, Pablo Lanchares, se emocionaba al dirigirse a una
abarrotada iglesia de Santa Marina la Real el pasado jueves 21 de Marzo,
durante el acto de la Bendición de su nueva talla para la Cofradía del Santo
Cristo del Desenclavo, ya imaginaba que esa emoción se desbordaría como un río
de fe y devoción si el tiempo, caprichosamente cruel estos últimos años,
permitía a la penitencial de mis amores salir a la calle la tarde de Jueves
Santo. La imposibilidad de poder procesionar la talla de Jesús atado a la
Columna, del siglo XVIII, que hasta este año acompañaba al Santo Cristo de las
Injurias en la Procesión del mismo nombre, propició que, en tiempo record, la
junta de gobierno de la Cofradía del Santo Cristo del Desenclavo formalizase
con Pablo Lanchares la cesión de esta hermosa Virgen, que bajo la advocación de
María Santísima del Mayor Dolor en Su
Soledad, salió majestuosa en su humildad del patio del Colegio Leonés,
vestida de luto, sobre un monte de claveles blancos, en los que la luna
reflejaba sus haces de plata, como cuchillos de pasión. Mi enhorabuena al
Hermano Mayor y la Junta de Seises por todo ello.
Si
grata fue la impresión cuando la vi por primera vez, maravillosa resultó para
mí su contemplación la mañana de Jueves Santo, cuando me acerqué al patio para
verla con calma. Aún faltaba por colocar la Cruz que lleva a su espalda, y el
escorzo de sus brazos, más cerrados, pero lo suficientemente abiertos para
acoger nuestros ruegos, me resultó más agradable y natural. Su rostro refleja
ese dolor de madre y la resignación de aquella que sabe que, caminando detrás
de su hijo, nos da ejemplo de amor y paz. La mirada perdida, en una nada que lo
es todo, y sus mejillas, surcadas por unas lágrimas transparentes y delicadas,
como regueros limpios de escarcha triste.
Cuando
el Miserere exhaló su último suspiro de matracas y la oscuridad se deslizó por
el templo como una noche sin luna ni estrellas, afuera, el cielo volvía a
llorar esa lluvia amarga que presagiaba una nueva tarde de vigilia penitencial
para la Cofradía de púrpura y negro. Cuando parecía que la suerte estaba
echada, Te miré. Tú querías salir, y yo también. Tú tenías tus motivos, y yo
los míos. Tú querías caminar detrás de Tu Hijo, cargado con esa pesada cruz, y
yo, caminar al lado de mi hija, cogiendo su mano, casi como si fuese por
primera vez, y recorrer juntos las calles de ese barrio de mi infancia que
tantas veces recorrí de la mano de mi abuelo. Y entre palabras sin voz y
miradas sin pestañeo, el cielo nos dio una tregua para que los dos cumpliésemos
nuestros deseos. Pude ser feliz, pero me quedé en dichoso, porque te dejé la
felicidad para Ti, y para aquellos que, por primera vez, pudieron contemplar tu
Mayor Dolor en la Soledad de una noche de luto y llanto…
Hermanos del
Desenclavo,
Leoneses de luto y
llanto.
Dejad el alma
entreabierta,
Que sale por esa
puerta
Mi reina, este Jueves
Santo.
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